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Ninguna persona es ilegal

Ahmad  tiene 11 años, cada sábado recorre una hora en transporte público para llegar al campo de fútbol donde juega, mientras el resto de compañeros van en coche. Los  padres de Ahmad no tienen coche, pero tampoco pueden ir a verle jugar porque cada fin de semana trabajan en su puesto del bazar (en el cual como mucho ganan 20€ al día), siempre y cuando la policía no ronde cerca, pues no tienen permiso para trabajar.

Cuando Fatima y su marido estuvieron en el campo de refugiados de Moria (gestionado por ACNUR en la isla de Lesbos), ella estaba embarazada de 7 meses. A menudo Fatima y su marido compartían la comida de él por una razón: debido al poco espacio y los empujones en las colas para conseguir comida, muchas mujeres sufrían abortos involuntarios.

Debido al poco espacio y los empujones en las colas para conseguir comida, muchas mujeres sufrían abortos involuntarios.

En una de las ocasiones que Kareem trató de cruzar la frontera griega para reunirse con su familia en Alemania, fue detenido y encarcelado durante un mes y medio. La estancia habría sido más larga si no hubiera hecho una huelga de hambre durante cuatro días. En otra de las ocasiones, le confiscaron su móvil, donde tenía los documentos con los que puede probar el parentesco con su familia. Estos documentos son indispensables para que el estado alemán conceda la reunificación familiar, la única vía legal para encontrarse con los suyos.

Somos dos voluntarias españolas trabajando en Atenas interrumpidamente desde julio de 2017. Estos tres testimonios tienen protagonistas ficticios, pero son historias reales y a pesar de la crudeza de sus vidas, podríamos decir que son personas con “suerte” en este contexto. Ahmad puede jugar en un equipo de fútbol, miles de niños siguen sin si quiera estar escolarizados. Fatima cuenta con el apoyo de su marido y han logrado salir de aquel campo. Kareem, mientras sigue intentando volar a Alemania, al menos tiene algo parecido a un hogar en esta ciudad.  Estas tres personas tienen algo en común; llegaron a parar a las puertas de un proyecto humanitario que ofrece alojamiento y ayuda integral (sanitaria, legal, psico-social, etc.). Si no fuera por la acción de pequeñas ONGs y colectivos formados por la población civil, el número de personas refugiadas desamparadas de protección y recursos se multiplicaría hasta cifras inimaginables.

Si no fuera por la acción de pequeñas ONGs y colectivos formados por la población civil, el número de personas refugiadas desamparadas de protección y recursos se multiplicaría hasta cifras inimaginables.

Desde el principio de esta crisis humanitaria (2015), la Unión Europea, a excepción de algunos países, ha dado la espalda a estas personas. Eslóganes como la “Europa Fortaleza”, discursos racistas y xenófobos, creación de leyes y tratados que imposibilitan la libertad de movimiento de los refugiados son sólo algunos de los ejemplos de las trabas políticas, sociales y burocráticas que la UE ha impuesto sobre las personas que llegan al continente solicitando asilo. Así mismo, instituciones humanitarias mundialmente conocidas como ACNUR, se vanaglorian de estar gestionando esta crisis satisfactoriamente. Sin embargo, la realidad está muy lejos; en el terreno de las ONGs y la militancia por los derechos humanos, los campos de refugiados de ACNUR se han hecho eco por sus precarias condiciones de vida, escasez de recursos y servicios mínimos como alimentación, salubridad y atención médica. Para más inri, la Agencia Anticorrupción de la Unión Europea acusa al estado griego por malversación de fondos: se estima un uso fraudulento de 1,6 billones de euros destinados a hacer frente a la crisis migratoria. La investigación aún sigue abierta. Como colofón, la UE ha declarado recientemente que “la crisis humanitaria ha llegado a su fin”, mientras la realidad es que cada día varias familias llaman a las puertas de la ONG en la que trabajamos (y a muchas otras) pidiendo ayuda, mientras todas las organizaciones están desbordadas y no pueden ofrecer alternativa.

Quizá aquella imagen de Aylan Kurdi, que seguro todas recordaremos, en la orilla de una playa turca quede muy lejos, (y ojalá nunca hubiera hecho falta esa imagen, las conciencias se deberían haber removido mucho antes y con mucho menos), pero lo cierto es que más lejos queda el fin de la crisis de refugiados. Frente a la “Europa Fortaleza”, el racismo y la insolidaridad que la caracterizan en estos tiempos, la solidaridad y la concienciación siguen siendo imprescindibles para luchar por lo que creemos; ninguna persona es ilegal.

 

Isabel Alcántara y  Zuriñe Herreros, voluntarias en Grecia.

 

Foto portada: Thomas Andre Syvertsen/ Norwegian Red Cross.

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