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Decolonialidad feminista para descolonizar el saber, el poder y el ser

Imatge de Jose Cabeza (Font: Pixabay)

Referenciar, posicionar y compartir análisis desde el feminismo decolonial implica volver a los orígenes, al legado de nuestras ancestras, aquellas valerosas guerreras y lideresas que resistieron la opresión colonial y que lucharon para emanciparse de su estructura sistémica. Implica reconocer que los saberes situados, aquellos paridos de la experiencia vivida de resistencia a la opresión no se gestaron en la academia desde posturas hegemónicas, sino desde la epistemología intuitiva y analítica de las comunidades originarias que vindicaron la práctica del cuidado comunitario y la acción colectiva, que defendieron y defienden la dualidad transformadora: territorio-tierra y territorio-cuerpa.

Dualidad transformadora: territorio tierra-territorio cuerpa

Cuando en 1405 en Europa Christine de Pizan escribía “La ciudad de las damas”, estaba exigiendo un lugar para las mujeres dentro de la estructura colonial sin ponerla en cuestión, una estructura sistémica definida en ese continente y permeada en todos los estamentos sociales, políticos, económicos y culturales que se consolidó con el auge de la Modernidad. Mientras, al otro lado del Atlántico, en 1492 Ana Kaona, lideresa de la comunidad originaria tahina, actualmente conocida como República Dominicana y Haití, luchaba para emanciparse con su pueblo de la estructura colonial que trajo consigo Cristóbal Colón.

Esta realidad marcó una manera de vivir y sentir las prácticas de resistencia entre los movimientos de mujeres de las comunidades originarias y sus herederas con respecto a los movimientos de mujeres en Europa. Las últimas lucharon por los derechos individuales y políticos, las otras lucharon por los derechos de los pueblos y por la dualidad transformadora: territorio tierra-territorio cuerpa, por sostener la red de la vida y el cuidado comunitario. Esta socialización vindicativa nos ha legado una acción política muy diferente a la hora de posicionarnos frente al actual sistema global de patrón colonial. La Niña, la Pinta y la Santa María, carabelas que cruzaron el océano para depredar territorios, ahora se llaman Repsol, Telefónica, Coca-Cola. No en vano, desde nuestra alteridad que persiste expresamos el proceso civilizatorio colonial, el cual ha adoptado nuevos mecanismos de opresión: el capitalismo, el clasismo, el racismo, el heteropatriarcado, el antropocentrismo, el capacitismo, el fundamentalismo, el fascismo, entre muchas opresiones.

Lucharon por los derechos de los pueblos y por la dualidad transformadora: territorio tierra-territorio cuerpa, por sostener la red de la vida y el cuidado comunitario.

Desde el feminismo decolonial priorizamos el saber situado (experiencia vivida de resistencia a la opresión), deconstruimos la epistemología racista y hegemónica de la racionalidad eurocéntrica que rompió el vínculo vital con la red de la vida y quemó a miles de mujeres tildándoles de brujas. Impuso una manera colonial de interpretar el mundo a través de la ciencia, la lógica y la razón de la modernidad. Una modernidad que interpreta la idea de progreso a través de la concentración de riquezas, la explotación de recursos humanos y no humanos, el consumismo exacerbado, la depredación de territorios, terricidio, la precarización, el genocidio, la desvalorización de otros pueblos (no leídos como modernos sino como primitivos y salvajes) y el epistemicidio.

La colonialidad del poder

El feminismo decolonial cuestiona la colonización como sistema estructural de poder global que impone un desarrollo universal homogenizante que niega la pluriversalidad del desarrollo. En este sentido, denunciamos la colonialidad del poder. Ponemos en cuestión la identidad hegemónica heteronormativa que trastoca la diversidad genérica humana y la deshumaniza. Por ello, denunciamos la colonialidad del ser y promovemos el cuidado comunitario (el nosotras inclusivo) y colocamos como acción de transformación imprescindible el volver a la conexión: territorio cuerpa-territorio tierra. Denunciamos que nuestras cuerpas e identidades sean racializadas por el sistema colonial, porque legitima la racialización como mecanismo filosófico y cultural de opresión que fundamentó la esclavitud y la hegemonía de una “raza” (la blanca) sobre las otras, provocando la violencia racista. Las razas no existen y nos negamos a ser racializadas ni hablar en términos de razas. La única raza es la humana.

Nos negamos a una nueva normalidad que es el viejo colonialismo.

Denunciamos la epistemología hegemónica occidental eurocéntrica que niega otros saberes, otras maneras de relacionarse con el entorno, que sólo legitima el conocimiento académico como única vía para conocer la historia de la humanidad y su realidad contextual. Nos negamos así a la colonialidad del saber y consideramos que el saber pertenece a lo común, desde el reconocimiento de saberes en diversidad, desde la deconstrucción de sentipensar la vida. Porque nos merecemos un buen vivir, porque el actual contexto lo exige, porque nos negamos a una nueva normalidad que es el viejo colonialismo.

Sara Cuentas Ramírez, periodista, investigadora social i feminista decolonial.

La Sara és experta en gènere, interseccionalitat i drets humans. Ha treballat per a diferents organismes públics a Amèrica Llatina en relació a polítiques i programes per a poblacions en situació d’exclusió i empobriment. Col·labora amb El País-Planeta Futur. Entre les seves publicacions més recents es troba l’article “La veritat està en els nostres cossos. Seqüeles d’una opressió reproductiva “. També és autora de la metodologia “Anàlisi interseccional per al Canvi”, centrada en enfortir les autonomies i el benestar social i emocional.

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