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Diversidad sin diferencias. Un análisis de salud pública sobre la propuesta de ley trans

Podemos resumir la salud pública como toda una serie de esfuerzos de las instituciones y las comunidades por promover la salud que van más allá de unos buenos servicios sanitarios, ya que estos sólo contribuyen a un 11% de la salud poblacional. Un ejemplo de un esfuerzo coordinado y sistemático: el programa de Salut als barris.
La salud pública es una especialización que se adquiere a través de diversos caminos (máster, doctorado y sobre todo experiencia trabajando en salud pública), de manera que la formación previa de las personas salubristas es muy variada (medicina, sociología, filosofía, enfermería, biología, demografía…). 

En estas fechas tan señaladas, escribir un artículo apoyando el grueso del borrador de la futura ley trans debe ser un acto pensado y repensado. ¿La propuesta introduce aspectos problemáticos para nuestra sociedad? No. ¿Hay algún artículo de la propuesta que haga cuestionar su urgente aprobación? No. Entonces, ¿por qué escribir? 

Cuando hay mucho ruido en el exterior no solo cuesta escuchar las frases de quienes quieren hablarnos, sino que se dificulta la concentración, la reflexión, el entendimiento. Dificulta, a fin de cuentas, la comunicación. Gracias a la física hoy sabemos que no todo sonido es ruido para nuestro cerebro. Incluso en medio de un escándalo. Y esto es así porque hay sonidos que permiten controlar activamente (o cancelar) ese ruido. Esos sonidos son, en este debate, la voz de personas trans y aquellas que defienden la dignidad humana. Por ejemplo, estas voces:

Si ya has escuchado o escuchaste, entonces, ¿por qué seguir leyendo? y, en mi caso, ¿por qué seguir escribiendo? Escribo como profesional médico dedicado a la salud pública, una especialidad desde donde esta ley también merece consideración. En nuestro ámbito nos centramos especialmente en los llamados “determinantes sociales de la salud” (estructurales o intermedios); elementos que determinan la salud de todes con enorme influencia.

Para entender dichos determinantes diseñamos marcos conceptuales, que son herramientas que nos ayudan a aproximarnos a cómo aparecen la salud y la enfermedad (como el de más abajo). Con estos marcos explicativos aspiramos a, por un lado, entender por qué la salud y la enfermedad se distribuyen de forma desigual en la población y, por otro lado y desde ese entendimiento, tomar medidas que pueden paliar dichas desigualdades y mejorar la salud del total de la población. La experiencia de Barcelona en dicha intervención es, en este caso, paradigmática. Gracias a esta historia propia de la salud pública, hoy sabemos que la salud poblacional funciona como una red de nodos de distinto nivel (global, regional, comunitario, individual) y que, en esa red, “todos dependemos de todos”.

Considerando que la salud está determinada por estos distintos niveles y elementos, ¿podemos afirmar que la propuesta de ley trans podría mejorar la salud de nuestra sociedad? Sí ¿Y la salud de las personas trans? Sí. ¿Por qué? Porque interviene sobre varias de esas cajas que representan determinantes de la salud en nuestro marco conceptual, y refuerza el papel de las leyes a favor de la defensa necesaria de los derechos humanos. ¿Cómo lo hace? No solo es que la ley trans pueda convertirse por sí misma en un determinante estructural de la salud, y habilite una Estrategia estatal para la inclusión social de las personas trans, sino que, además, impulsa la creación de muchos más determinantes estructurales (es decir, políticas y programas) que influyen en determinantes intermedios (situación material, laboral, servicios sociales, educativos y sanitarios…).

La propuesta de ley trans

Pero, ¿cuáles son los cambios que introduce la propuesta de la ley trans? Por orden de aparición en el borrador de la propuesta, podemos destacar:

  1. Reconoce la rectificación del sexo asignado al nacer de todas las personas que lo soliciten en todos los registros y documentos administrativos. Con ello se permite prevenir gran parte del trato irrespetuoso y violento que se da en los espacios institucionales a personas trans (por ejemplo, la llamada en urgencias o a consultas médicas en un centro de salud). Que nos traten por nuestro nombre e identidad es tan básico que las personas que estamos acostumbradas a ello nos olvidamos de su importancia. El respeto del nombre elegido por la persona reduce el suicidio en un 56%, la ideación suicida en un 29% y los síntomas depresivos en un 5,37% en personas trans.
  2. Homogeniza a nivel estatal la igualdad de trato y no discriminación en numerosos espacios institucionales y comunitarios fundamentales para nuestro bienestar (escolar, laboral, sanitario y deportivo). Todas las personas necesitamos esta condición de partida para poder disfrutar de activos tan importantes en nuestro futuro, como lo son el nivel educativo, las ofertas laborales y la salud en el trabajo, la atención sanitaria, el acceso a la vivienda… los llamados determinantes intermedios. Y, en último término, para disfrutar de una buena salud.
  3. Impulsa la calidad de los servicios sanitarios a través de la despatologización de los mismos, de la atención integral, del respeto a la autonomía de la persona y de la calidad asistencial. Es decir, servicios centrados en el acompañamiento de la persona que sufre, que velen por su salud y bienestar. Los servicios sanitarios son determinantes para la salud de las personas trans hoy por hoy, ya que las Unidades de Trastornos de Identidad de Género, centros supuestamente especializados en la transición, son el candado institucional que niega el reconocimiento de su identidad salvo paso por estándares arbitrarios y vejatorios.  Actualmente cualquier persona trans tiene que pasar forzosamente por el mundo sanitario para procesos más fiscales que de salud. Esto cambiaría con la propuesta de ley trans: el único motivo por el que una persona trans tendría que acudir a la sanidad sería para recibir cuidados cuando tengan necesidades en salud, específicas de la transición o no.
  4. Habilita un marco legal de protección social independientemente de la edad de la persona para, por un lado, proteger el desarrollo de la personalidad desde la salud y el bienestar infantil y adolescente y, por otro lado, promocionar el envejecimiento activo. En una sociedad edadista, además de tránsfoba, el desarrollo de los menores de edad trans no siempre se acompaña del apoyo familiar. El respaldo institucional pese a ello es vital para que la vida de esa persona no quede truncada por dicha falta de apoyo familiar. Por los mismos motivos, también las personas trans tienen derecho a un envejecimiento activo, y este no puede girar en torno a la soledad no deseada y la falta de apoyo social. Recordemos que el apoyo familiar y el apoyo social son determinantes intermedios fundamentales que repercuten directa e indirectamente sobre la salud (también la salud mental).
  5. Propone la creación de un sistema de vigilancia de la salud de las personas trans, con lo que facilita la información de políticas y programas. La vigilancia de la salud es un elemento fundamental en la salud pública ya que, a partir de los datos que facilita, permite aproximarse a la salud de los distintos subgrupos poblacionales y evaluar las intervenciones realizadas para mejorarla.
  6. Implanta la formación de profesionales de la administración en diversidad sexual y de género, interviniendo sobre la cultura institucional (otro determinante clave) y, por extensión, la de nuestra sociedad. En España, según la encuesta “Overdiagnosed but underserved” del 2017 de la organización Transgender Europe, ni siquiera la mitad de los profesionales sanitarios encuestados (45%) tenían formación específica en la atención a personas trans y, de estas personas el 78,8% recibió la formación por iniciativa propia, no porque formara parte de su formación obligatoria.
  7. Promueve la implementación de medidas para favorecer la participación social y política de las personas trans. El sentido de pertenencia y la participación son claves en el bienestar y en la cultura democrática de un país.
  8. Promueve un seguimiento estricto de la situación laboral de las personas trans en España, y presenta una predisposición  a plantear medidas para mejorar la empleabilidad. El trabajo es uno de los elementos clave de nuestras vidas y determinante de la salud de las personas (dónde trabajamos, en qué condiciones, cómo se nos retribuye…), y son necesarias medidas específicas para vencer la discriminación laboral tránsfoba.
  9. Promueve la especial protección de las personas trans en medios penitenciarios, una población institucionalizada que sufre enormes desigualdades en relación con el resto de población y un detrimento de la salud inadmisible. Con ello se enfatiza la estrategia de abordaje de las desigualdades, que se centra en los colectivos más vulnerabilizados.

Más allá del reto de cogobernanza con las Comunidades Autónomas que plantea la ley para alcanzar muchos de sus objetivos, esta propuesta tendría, de forma inmediata, beneficios para la salud de toda la población del Estado. El seguimiento y evaluación de su implementación, que la propia propuesta plantea, serán esenciales para ver sus efectos positivos a medio y largo plazo.

El estricto binarismo sexo-genérico que se impone en nuestra época y sociedad ha sido uno de los pilares de las desigualdades en salud en España, y este es un primer paso fundamental para tumbar su influencia como poder arbitrario en el designio del futuro de muchas personas, también personas que nunca se han identificado con su sexo asignado al nacer.

La virtud de esta propuesta es que constituye una apuesta clara de las instituciones hacia el respeto de la diversidad sexo-afectiva y de género en nuestro país. Una diversidad que en el mundo de las ciencias de la salud conocemos desde hace mucho, y que no solo concierne a los códigos sociales que crecen sobre las disposiciones biólogicas (lo que, aisladamente —y por ello, de forma errónea—, se denomina género), sino también a todas aquellas modificaciones que se han realizado sobre ese sustrato biológico desde que existe la tecnología y la cultura en sus formas más sencillas (lo que, ahora sí y con mayor validez, se denomina sistema sexo-género). Una diversidad que nos constituye sin diferencias.


Daniel G Abiétar, médico residente de preventiva y salud pública, trabajando en la Unidad Docente de la Agencia de Salud Pública de Barcelona – Hospital del Mar – IMIM – ISGlobal. Estudia Filosofía (UNED). Escritor del ensayo “¿Sólo dos? La medicina ante la ficción política del binarismo sexo-género” (2019, Local Cambalache), un análisis cualitativo del relato médico en torno a la diversidad sexual, corporal y de género. Realiza abogacía por la salud con una perspectiva de equidad y en distintos espacios. Está interesado en la promoción de la salud, el diseño y la evaluación de intervenciones y políticas, y la filosofía de la ciencia y la metodología cualitativa.

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